La industria de la moda atraviesa un cambio profundo y estructural. Regulaciones más estrictas, el cambio en la mentalidad de los consumidores y la presión de los inversores han subrayado la necesidad urgente de adoptar prácticas sostenibles. Aunque el auge de la moda rápida parece desacelerarse, marcas como Temu y Shein continúan promoviendo productos de bajo coste y producción acelerada. Esto demuestra que, pese a algunos avances, el sector aún enfrenta importantes retos en su camino hacia la sostenibilidad.
Uno de los mayores desafíos es la dependencia del poliéster. Este material, clave en la moda rápida, genera graves problemas medioambientales y financieros. Asociado a la generación de microplásticos y a elevadas emisiones de carbono, su impacto afecta tanto al entorno como a las finanzas de las empresas que lo utilizan. Los consumidores, cada vez más conscientes, exigen alternativas sostenibles, mientras que los inversores están desinvirtiendo en marcas que no cumplen con estándares ambientales. En agosto de 2024, ASN Impact Investors anunció su salida de la moda rápida tras vender participaciones en compañías como Asos y H&M.
Se estima que las inversiones éticas alcanzarán los 50 billones de dólares en 2025, lo que representará más de un tercio de los activos globales gestionados. Las empresas que no adopten prácticas sostenibles no solo perderán apoyo financiero, sino que también enfrentarán riesgos de inestabilidad económica a largo plazo.
El impacto medioambiental del poliéster
En 2015, la producción de textiles de poliéster generó cerca de 680 millones de toneladas de gases de efecto invernadero. Este material, además de contribuir al cambio climático, contiene altos niveles de BPA (un compuesto químico nocivo) y tarda hasta 200 años en degradarse. Esto implica que continuará contaminando vertederos durante siglos. Sin embargo, muchas marcas siguen optando por el poliéster debido a su bajo coste y versatilidad.
Algunas marcas líderes han comenzado a tomar medidas para abandonar los materiales sintéticos. Empresas como H&M, Puma y On Running han lanzado programas destinados a reducir el impacto ambiental de sus productos. No obstante, el coste de la inacción sigue siendo elevado, tanto para el medio ambiente como para la reputación corporativa.
Cambios en los consumidores y responsabilidad de las marcas
El informe «Estado de la Moda» de McKinsey revela que los consumidores están cambiando sus preferencias, valorando cada vez más a las marcas alineadas con valores sostenibles. Según el barómetro «Percepción sostenible en España» de Mastercard (2023), el 66% de los españoles toma decisiones de compra basadas en el compromiso de las empresas con la sostenibilidad, mientras que el 77% muestra interés por conocer el impacto ambiental de sus compras. Además, un estudio de Amazon (2024) indica que el 81% de los consumidores españoles prefiere productos sostenibles, aunque el 68% encuentra dificultades para identificarlos.
Mientras la moda rápida enfrenta una presión creciente para mejorar sus estándares, las marcas de lujo están liderando la innovación sostenible. Gracias a su mayor capacidad financiera y a unos márgenes de beneficio más amplios, estas compañías están integrando la sostenibilidad como eje central de su identidad. Esto no solo les permite diferenciarse de la competencia, sino también reforzar la confianza del consumidor y consolidar su posición en un mercado cada vez más consciente.
Regulaciones y normativas
En 2025, la Unión Europea implementará normativas clave como la Directiva sobre alegaciones ecológicas y la Directiva para la capacitación de los consumidores en una transición verde. Estas normativas exigirán a las empresas respaldar sus afirmaciones de sostenibilidad con pruebas verificables, combatiendo el «lavado verde» y promoviendo la transparencia. En España, estas medidas estarán alineadas con los objetivos europeos, fomentando una mayor responsabilidad corporativa y ambiental.
Por su parte, el Pacto de la Moda, liderado por Emmanuel Macron, reúne a marcas de diversos sectores para abordar desafíos globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación oceánica. Entre sus iniciativas destaca Unlock, un programa que conecta a empresas con proveedores de materiales sostenibles para acelerar la transición hacia prácticas más responsables. Este programa establece objetivos como eliminar los plásticos problemáticos e innecesarios en envases B2C para 2025 y en envases B2B para 2030, además de garantizar que al menos el 50% de los envases de plástico contengan materiales reciclados en esos mismos plazos.
Sostenibilidad como estrategia financiera
La sostenibilidad ha dejado de ser un lujo o una opción secundaria para convertirse en una necesidad estratégica para las marcas de todos los segmentos. Tanto las de lujo como las de moda rápida deben intensificar sus esfuerzos para cumplir con las expectativas de consumidores, reguladores e inversores, garantizando su relevancia en un mercado en constante transformación y avanzando hacia los objetivos establecidos para 2030.
Los inversores desempeñan un papel clave en este proceso, al apoyar a las empresas que ya han adoptado prácticas sostenibles y fomentar la transición de aquellas que aún están en proceso de adaptación. Las marcas que ignoren la sostenibilidad se arriesgan a perder competitividad y relevancia en un mercado cada vez más consciente y exigente.
A largo plazo, integrar la sostenibilidad como un pilar central de la estrategia no solo permitirá a las empresas responder a las demandas del mercado, sino también prosperar en un entorno altamente competitivo. Aquellas que lo consigan tendrán mayores oportunidades de éxito financiero y social, asegurando su viabilidad en un mundo donde el impacto medioambiental ya no puede ser ignorado.
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Susana Coutinho, directora de Investigación de MainStreet Partners















