Cristóbal Balenciaga ya lo decía: “El sombrero es una cuestión de equilibrio arquitectónico: corona el edificio del vestido”. Y es que escoger un buen sombrero y/o tocado esconde toda una liturgia detrás desconocida por muchos.
Con la inminente inauguración de la exposición “Balenciaga. La elegancia del sombrero”, el próximo miércoles 16 de junio en el Museu del Disseny de Barcelona, descubrimos los entresijos de esta pieza icónica y como llevarla en la actualidad.
En primer lugar, debemos tener claro cuál es la diferencia entre sombrero y tocado. El sombrero es un cubrecabeza con ala de diseño más bien clásico que suele encajar en la cabeza, mientras que un tocado es más o menos fantasioso y puede ser de tamaño grande o pequeño, y necesita de algún tipo de sujeción para mantenerse fijado.
Según Nina Pawlowsky, sombrerera y presidenta de la Asociación Española de Sombrerería explica que, una vez escogido, hay que buscar el ángulo que más favorece a la cara. Hay que mirarse en el espejo de la misma manera que cuando se prueba un vestido, un pantalón e incluso un bolso. Probar de qué lado queda mejor y tener muy en cuenta el tipo de peinado que se llevará, ya que llevarlo recogido, suelto o semirrecogido puede cambiar la elección del sobrero y/o tocado.
Un buen sombrero es el complemento más glamuroso que culmina la silueta de la mujer. Hace vibrar a quienes lo observan y despierta el irrefrenable deseo de poseerlo. Existen sombreros que de idearon para llevarlos hacia adelante, como los pillbox, otros ladeados, pero se recomienda tomarse el tiempo necesario para lograr que todo esté en armonía con la persona.
Pawlowsky añade que hay caras y cabezas privilegiadas que quedan favorecidas por cualquier tipo y tamaño de cubrecabezas, pero no todas. Lo mejor es equilibrar el tamaño y forma con toda la figura. Esto requiere cierta práctica y está sujeto también a las preferencias de cada persona y su estilo. Una cara grande queda mejor con un ala grande que no pequeña, y una persona de estatura pequeña aumenta su altura con algún tocado un poco más alto.
En función del tamaño del ala, de la posición en la cabeza o del material encontramos pamelas, turbantes, bonetes, boinas o diademas hechos de lana, paja, fieltro, cuero o piel, adornados con flores, lazos, plumas o tules…Todos con algo en común: cumplir el protocolo social de cubrir la cabeza y realzar a la vez la silueta.
Hoy en día no hay obligación de llevarlo, aunque existen momentos como las bodas y ceremonias, con un dress code que lo pide. Además, se recomienda el uso del sombrero de paja toquilla u otras fibras vegetales para protegerse del sol en verano, gorras de lana para el frío del invierno.
Como todo en la moda, el sombrero también sigue las tendencias. Actualmente se llevan los sombreros de ala ancha y plana, muy masculinos, con cintas de fantasía, plumas, cerillas, monedas, quemados, agujereados, zurcidos…En materiales como el fieltro, aunque sea verano a pesar del calor y principalmente los jóvenes más que los adultos.
Todo un mundo de precisión, formas y misterio que el mismo Balenciaga diseñaba y confeccionaba con maestría para las “Balenciagas”, como se llamaba coloquialmente a sus clientas.
Con la inminente inauguración de la exposición “Balenciaga. La elegancia del sombrero”, el próximo miércoles 16 de junio en el Museu del Disseny de Barcelona, descubrimos los entresijos de esta pieza icónica y como llevarla en la actualidad.
En primer lugar, debemos tener claro cuál es la diferencia entre sombrero y tocado. El sombrero es un cubrecabeza con ala de diseño más bien clásico que suele encajar en la cabeza, mientras que un tocado es más o menos fantasioso y puede ser de tamaño grande o pequeño, y necesita de algún tipo de sujeción para mantenerse fijado.
Según Nina Pawlowsky, sombrerera y presidenta de la Asociación Española de Sombrerería explica que, una vez escogido, hay que buscar el ángulo que más favorece a la cara. Hay que mirarse en el espejo de la misma manera que cuando se prueba un vestido, un pantalón e incluso un bolso. Probar de qué lado queda mejor y tener muy en cuenta el tipo de peinado que se llevará, ya que llevarlo recogido, suelto o semirrecogido puede cambiar la elección del sobrero y/o tocado.
Un buen sombrero es el complemento más glamuroso que culmina la silueta de la mujer. Hace vibrar a quienes lo observan y despierta el irrefrenable deseo de poseerlo. Existen sombreros que de idearon para llevarlos hacia adelante, como los pillbox, otros ladeados, pero se recomienda tomarse el tiempo necesario para lograr que todo esté en armonía con la persona.
Pawlowsky añade que hay caras y cabezas privilegiadas que quedan favorecidas por cualquier tipo y tamaño de cubrecabezas, pero no todas. Lo mejor es equilibrar el tamaño y forma con toda la figura. Esto requiere cierta práctica y está sujeto también a las preferencias de cada persona y su estilo. Una cara grande queda mejor con un ala grande que no pequeña, y una persona de estatura pequeña aumenta su altura con algún tocado un poco más alto.
En función del tamaño del ala, de la posición en la cabeza o del material encontramos pamelas, turbantes, bonetes, boinas o diademas hechos de lana, paja, fieltro, cuero o piel, adornados con flores, lazos, plumas o tules…Todos con algo en común: cumplir el protocolo social de cubrir la cabeza y realzar a la vez la silueta.
Hoy en día no hay obligación de llevarlo, aunque existen momentos como las bodas y ceremonias, con un dress code que lo pide. Además, se recomienda el uso del sombrero de paja toquilla u otras fibras vegetales para protegerse del sol en verano, gorras de lana para el frío del invierno.
Como todo en la moda, el sombrero también sigue las tendencias. Actualmente se llevan los sombreros de ala ancha y plana, muy masculinos, con cintas de fantasía, plumas, cerillas, monedas, quemados, agujereados, zurcidos…En materiales como el fieltro, aunque sea verano a pesar del calor y principalmente los jóvenes más que los adultos.
Todo un mundo de precisión, formas y misterio que el mismo Balenciaga diseñaba y confeccionaba con maestría para las “Balenciagas”, como se llamaba coloquialmente a sus clientas.